Rescatando a Hécate
Hoy es 8 de marzo y para celebrar el día de la mujer vamos a rescatar a esa diosa tan olvidada y a la vez tan poderosa como es Hécate, diosa de las hechiceras, de la justicia, de las riquezas del inframundo y del subconsciente.
Está extraído del libro Taller de escritura y magia. Espero que disfrutéis con esta breve lectura.
Está extraído del libro Taller de escritura y magia. Espero que disfrutéis con esta breve lectura.
Hécate
y las locuras del subconsciente
Al
principio Hécate, la diosa de la luna nueva, era una de las
manifestaciones de la Gran Diosa. Se la representaba con tres cabezas
de animal, (de perro, serpiente y caballo). Después evolucionó a
una diosa con tres cabezas humanas: la joven (luna creciente), la
madura (llena) y la anciana (menguante o nueva).
Por esta razón su estatua se colocaba en las encrucijadas y podía
ver el pasado, el presente y el futuro. Esto le convertía en la
diosa de la profecía, de la adivinación y de los hechizos. Después
las fases de la Luna se transformaron en tres diosas: Artemisa, Febe
y Hécate; o Perséfone, Deméter y Hécate.
Las tres eran manifestaciones de la Gran Diosa.
Como una de
las facetas de Hécate era Perséfone, la diosa semilla, señora del
inframundo y de la primavera, estaba relacionada con la muerte, la
resurrección, el mundo subterráneo, lo oculto, la magia negra y
los fantasmas.
Podía manejar energías sutiles, tanto para el bien como para el
mal, y
vigilaba la frontera entre el mundo de los muertos y el de los vivos.
Para los griegos el
inframundo estaba en el interior de la tierra y representaba el
subconsciente, mientras que la superficie de la tierra simbolizaba lo
racional y el cielo la espiritualidad. Como
diosa del inframundo, concedía
a los mortales sueños y visiones con los que podían solucionar
problemas de sus vidas. También se consideraba al inframundo el
útero de la tierra, el lugar donde se gestaba la creatividad.
Encarnaba también la oscuridad y sus terrores, los mundos ocultos,
inspiraba lo tenebroso y era la diosa de los misterios. Portaba
antorchas para iluminar el inframundo y tenía la capacidad de saber
lo que ocurría en el mundo del infierno. La noche del 1 de noviembre
estaba dedicada a ella. Los griegos y romanos consideraban que en el
interior de la tierra había grandes riquezas, minas y piedras
preciosas, por esa razón también se relaciona a Hécate con la
prosperidad.
Era la
diosa de la transformación. Regía la transformación de las mujeres
por la menopausia y la transformación de las almas a las que llevaba
al mundo de los muertos. Por esa razón es también la alquimista y
la artista suprema.
Sus árboles
sagrados eran los tejos y los álamos negros. El laberinto serpentino
se conocía como la rueda de Hécate. Sus símbolos eran el caldero,
la tela de araña, las plumas de búho y la espada o athame. Con ella
iba siempre el can Cerbero, el guardián del infierno, que tenía
tres cabezas. A veces una de las caras de la diosa se representaba
como una perra, por lo que también le llamaban la perra negra. Se le
asociaba con los perros que ladran a la Luna.
En el tarot el arcano de la Luna son dos perros que ladran a la Luna
mientras un cangrejo emerge de las aguas del subconsciente.
En El
tarot mítico, las
autoras representan a Hécate en la carta de la Luna:
El
encuentro con Hécate, la diosa-Luna, es el enfrentamiento con un
mundo transpersonal, donde los límites personales se borran y el
sentido de la dirección y el ego se han perdido. Es como si
tuviéramos que esperar sumergidos en las aguas de este mundo a la
vez que surgen las nuevas posibilidades que con el tiempo se van a
convertir en nuestro futuro. Pero las aguas oscuras del subconsciente
colectivo contienen a la vez lo positivo y lo negativo, y a veces es
difícil distinguir sus movimientos cambiantes de la locura y el
engaño.
Aparece en
algunos mitos, pero nunca como protagonista. En el de Proserpina y
Deméter, avisa a Deméter dónde está su hija. Es también la diosa
de la justicia. A pesar del gran poder que tenía, no formaba parte
del panteón olímpico. Los dioses la temían.
Zeus le dio
la capacidad de conceder todo lo que se le pidiera. Otorgaba los
dones de la sabiduría, la victoria y la riqueza. Por tanto, Hécate
también representa las posibilidades y el poder del subconsciente
para crear la vida de las personas. Tiene la capacidad de conceder la
felicidad y su campo de acción es muy amplio.
La hechicera interior de
nuestros personajes
La figura de la hechicera es muy
variada, sin embargo en el mundo occidental predomina el prototipo de
la mujer anciana y fea. En época olímpica y en el patriarcado se la
representó como una anciana, pero no siempre tuvo ese aspecto.
¿Cómo será un personaje
Hécate? Si nos dejamos llevar por la era olímpica, Hécate podría
ser cualquier mujer o bruja que vivía en el campo o a solas en su
cabaña. Podrías decorar su casa con plumas de búho, telarañas y
calderos. La gente se asustaría al verla. En conclusión, es la
vieja tradicional de los cuentos de hadas. Aunque la maldad de estas
brujas no tiene nada que ver con Hécate.
Pero también puedes crear a una
Hécate menos tópica y más actual. William Blake la retrató como
una mujer joven y atractiva sumergida en el mundo de los sueños y
del subconsciente y, además, leyendo un libro. En el cuadro aparece
sentada con tranquilidad entre la oscuridad y los animales que la
rodean. Basándonos en este retrato, podemos crear a una Hécate más
actual. Puede ser la mujer que no tiene miedo a explorar las sombras
de su vida y de su subconsciente y que se mueve como una reina entre
ellas. Por ejemplo una terapeuta, escritora, sanadora… Podría ser
la amiga que no se asusta cuando le contamos los pensamientos más
sombríos.
Hay muchas maneras de ver a una
hechicera. Los personajes femeninos más importantes en la literatura
griega antigua siempre son diosas, reinas o brujas. Las brujas eran
figuras muy positivas y solían actuar como guías espirituales del
héroe. Circe indicó a Ulises cómo tenía que descender al infierno
y volver luego a la Tierra. Y Medea utilizó su magia para dormir al
dragón que vigila el vellocino de oro. Tanto Circe como Medea,
sacerdotisas de Hécate, son mujeres atractivas que utilizan la magia
para ayudar al héroe. De hecho Circe es la bruja que convierte a los
hombres en cerdos. Eso significa que es una mujer que despierta en
los hombres una atracción muy instintiva.
También Hécate representa a la
mujer sabia. Las supuestas brujas o hechiceras eran curanderas y
parteras en el mundo rural. Los campesinos no tenían medios para
acudir a la medicina establecida ni a sus tratamientos ni a sus
medicamentos, y las curanderas suplantaban al médico por el
conocimiento de las hierbas.
Otra forma de trabajar este
arquetipo es la mujer sabia estigmatizada en el pasado. Cualquier
mujer que antes de la segunda mitad del siglo XX fuera amante de la
cultura, escritora, pintora o practicara cualquier labor creativa
vivía el arquetipo de Hécate.
Explorar el interior de la tierra
es un equivalente a explorar el subconsciente. Representa a la mujer
que busca la verdad. Representa a las mujeres que, como ya no pueden
gestar vida, gestan conocimiento. Por tanto, se le relaciona con la
mujer sabia, con nuestra bruja interior.
Imagínate que uno de tus
personajes decide que ya no va a tener más hijos y sus hijos ya son
adolescentes. Imagínate que de repente empieza a hablarle su bruja
interior. ¿Crees que se extrañaría? ¿Se pegaría un susto? ¿Se
sentiría acompañada? Puedes escribir una historia con esta diosa en
el interior de personajes masculinos. ¿Qué pasaría si un hombre
empezara a escuchar dentro de sí mismo la voz de su bruja interior?
Le haría conectar con su energía femenina.
La bruja irá siempre en contra
de lo social y de lo gregario. Empujará a tu personaje a la
creatividad y a enfrentarse a lo que no le gusta y ve injusto aún a
costa de tener a todo el mundo en contra. La bruja interior le puede
hacer ganar muchas antipatías a tu personaje, pero también puede
hacerlo más fuerte y auténtico.
Taller de escritura y magia, Patricia Sánchez-Cutillas
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