lunes, 12 de septiembre de 2016

Clarice Lispector, la escritora que no quiso ser solo esposa

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Chaiuya Pinkhasovna Lispector, conocida como Clarice Lispector, de origen judío, nació en Ucrania el 10 de diciembre de 1920 y murió en Río de Janeiro en 1977. Es considerada una de las más importantes escritoras brasileñas del siglo XX.
Ella misma definió su manera de escribir como un no estilo. Escribió relatos, novelas, libros infantiles, poemas. Pertenece a la generación brasileña del 45 y a la tercera fase del modernismo.

Cuando era niña vivió una tragedia familiar: su madre murió de sífilis. La había contraído por haber sido violada por soldados rusos.

En 1939 Clarice comenzó a estudiar Derecho y también a escribir para revistas y periódico. A los 21 años publico Cerca del corazón salvaje.

Siendo estudiante se casó con un diplomático del que se separó en 1959. Se sentía encasillada en lo que tenía que ser por entonces la vida de una esposa.


Cuando aún era una estudiante, conoció a su futuro marido, el diplomático Maury Gurgel Valente. Durante el matrimonio se sintió encasillada en lo que tenía que ser por entonces la vida de una esposa.Por el trabajo de su marido, tuvo que viajar bastante. Tenía que llevar una vida social muy intensa. A veces no tenía tiempo ni para leer ni para escribir nada en un mes. Ella definió la vida de diplomática como una larga tarde de domingo. En algunas cartas a amigos, ella misma escribió:
En todo este mes de viaje, no he realizado nada, ni leído, ni nada. Soy completamente Clarice Gurgel Valente.
¿Has visto como un toro cansado se transforma en buey

Se separó de él en 1959.

En 1963 publicó la que es considerada su obra maestra, La pasión según G.H., escrita en tan solo algunos meses.

En 1966 tuvo un accidente que influyó el resto de su vida. Se quedó dormida con un cigarrillo en la boca a altas horas de la madruga y esto provocó un incendió que quemó todo su cuarto. Los médicos estuvieron a punto de amputar su mano derecha, aunque al final no fue necesario pero no recuperó la movilidad.
En la época de los sesenta publicaba una columna de consejos femeninos en la revista Sólo para Mujeres, aunque ella era una mujer que no se manejaba bien como ama de casa. Su hijo, Paulo Gurgel, nos deja este testimonio:


La recuerdo con una máquina de escribir en su regazo, tecleando absorta en medio del salón principal de la casa entre los ruidos de los niños, el teléfono o la empleada. Por tanto, no tenía nada de escritora maldita que necesitaba aislarse del mundo para encontrar la inspiración.

Esta es una de sus reflexiones sobre el acto de escribir:

Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.

¿El proceso de escribir es difícil? Es como llamar difícil al modo extremadamente prolijo y natural con que es hecha una flor.
No puedo escribir mientras estoy ansiosa, porque hago todo lo posible para que las horas pasen. Escribir es prolongar el tiempo, dividirlo en partículas de segundos, dando a cada una de ellas una vida insustituible.

Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra, la entrelínea, muerde la carnada, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se puede echar afuera la palabra.


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